lunes, 7 de junio de 2010

La dignidad de las hienas



Hoy es el día del fin del mundo y Carolina ha dejado la persiana abierta para poder levantarse con la luz del Sol, ha preferido no almorzar y se ha despedido con un beso de su madre, su padre y su hermano Mario para salir a disfrutar el último día. Sus padres ya saben como es, y por eso la dejan salir, Mario quiere ir con ella también pero Carolina no le deja, dice que es demasiado pequeño, y es verdad, es un mes más pequeño que ella, pero para su hermana es demasiado pequeño aún así es Carolina quién prefiere seguir soñando despierta en cosas inimaginables, se ofendería si le dices que una cosa inimaginable no existe.

Sale a la calle y llega hasta el centro de la ciudad, va gritando y bailando, y no hay nadie por las calles, parece que todos prefieren quedarse en casa a disfrutar de... ¿nada?. Bueno no estaba sola en las calles del centro porqué también había el acordeonista de siempre, esta vez tocando paint it black en versión charanga de pueblo, cosa que le hizo sentir nostalgia por su pueblo al cual iba a veranear, Acehuche, dónde allí las bandas tocan por gusto, sobretodo el acordeón.

Ella no para de gritar y gritar, coge un megáfono y dice: ¡Joder amargaos! ¡Salid de vuestras putas casas, no podéis hacer otra cosa!. Un músico que estaba tristemente en su casa le escuchó, salió al balcón y empezó a seguir al acordeonista con paint it black, y otro músico y otro, así hasta que el centro no era nada más que una gran melodía, hasta los músicos de Bremen salieron a tocar. Joder que bien se lo pasó Carolina.


El mundo se apagó pero nosé si las almas se apagaron también, bueno estoy seguro que la de Carolina no.